Así fue mi parto...


Nunca me había animado a contar mi parto, para no asustar al personal... (jajajaja). Pero ya que mi compi del blog "una mamá en crisis" nos lo ha pedido, ¡vamos a ello!

Sí que he comentado alguna vez, que a mitad del embarazo aproximadamente (no quiero ni acordarme de la semana), empecé a tener unas décimas de fiebre. Así que, al tercer día que me subió a 38ºC, decidimos ir a urgencias "por si acaso". Me hicieron análisis de sangre y encontraron una bacteria, así que me ingresaron y me administraron antibióticos. Por supuesto, me hicieron una amniocentesis para comprobar que el líquido amniótico y la peque estaban bien, y, milagrosamente, estaba todo perfecto. Estuve una semana ingresada, y aún hoy no sabemos exactamente qué bacteria fue, aunque todas las papeletas apuntaban a la listeria. En mi entrada de alimentación en el embarazo os recuerdo que os cuidéis muchísimo durante la gestación, para evitar sustos.

Cuando estaba de 37 semanas y un día, me fui a acostar y empecé a tener contracciones (nunca había tenido antes, ni siquiera las de Braxton Hicks). Me duraron unos 15 minutos, y luego de repente pararon, así que no les di mayor importancia. Pero al día siguiente, sobre las 24.00 h, comencé a tenerlas de nuevo, y bastante fuertes. Me imaginaba que estaba de parto, porque debido a la bacteria, el bebé podía adelantarse, y yo llevaba un mes notando que estaba ya muy inquieta e iba a nacer antes. Así que mi marido y yo vimos una película "tranquilamente" en el sofá, y cuando acabó, sobre las 03.00 de la madrugada, le dije "ale, coge la bolsa que estoy de parto". Se quedó blanco y no me creyó hasta que llegamos al hospital y me dijeron que estaba dilatada de 3 cm. 

Me subieron a la habitación para terminar de dilatar, y fui avisando a mis familiares, que tenían 4'5 horas de viaje hasta llegar a donde yo vivo. Cuando no aguantaba más el dolor, avisé a la enfermera para que me bajaran al paritorio y me pusieran la epidural. Aquí vino mi primera sorpresa: los análisis de coagulación que me hice la semana anterior no aparecían por ningún sitio, y no podían administrármela. Me hicieron análisis de sangre y tuve que esperar una hora y cuarto más con unos dolores terribles. Además, no sé si os ha pasado en vuestra dilatación, pero a mí me entraban unas ganas horribles de ir a hacer de vientre, así que fue un poco caos... Mientras esperaba a los análisis, como no rompía aguas, me rompió la comadrona la bolsa para acelerar un poco el proceso, que se estaba ralentizando demasiado.

Por fin llegaron los análisis, estaba todo correcto y ya me pusieron la epidural. El alivio del dolor fue inmediato, pero se me durmió la mitad izquierda del cuerpo, con hormigueo incluido, y la mitad derecha estaba tan tranquila. Con la "maravillosa" anestesia, dejé de dilatar (así que me pusieron oxitocina) y se le comenzó a bajar el latido a mi pequeña. Yo estaba súper asustada, porque lo que más me importaba es que ella estuviera bien. Así que le hicieron el "raspado" en la cabecita, para comprobar que estaba bien de oxígeno, y al comprobar que era correcto, no esperaron ni un segundo más. Así que, dilatada de 8 cm, avisaron a mi marido que estaba detrás de la cortina durante el proceso de raspado, me sacaron los estribos y me dijeron "a empujar". Nos quedamos en plan de ¿¿¿¿yaaaaaaaa?????? SOCORRO. 

Cuando empiezo con los pujos, me comunican que la peque viene mirando hacia arriba en vez de hacia abajo. Por eso me dolían tanto las contracciones y me estaba costando parir. Pero llegó un ginecólogo maravilloso, que en un abrir y cerrar de ojos la giró dentro de mi, y salió rápido y sin problemas.

Siempre digo que nunca hubiera podido hacerlo sola. La ayuda de mi marido sujetándome por el cuello y la espalda mientras hacía los pujos fue imprescindible. En cuatro empujones mi peque estaba encima de mí, con sus enormes ojos mirándome, y nosotros dos llorando como tontos. Una ratita diminuta de 43 cm y 2,380 kgs. Como nació a término, no necesitó incubadora. Incluso salimos del hospital y ganó 30 gramos (que normalmente suelen perder peso).

Fue el mejor momento de mi vida, un momento único de nosotros tres y de nadie más. Ver a mi marido llorando de alegría al ver a su pequeña... Ahora, incluso escribiéndolo, se me caen las lágrimas de emoción. Precioso.

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